“Indudablemente, es uno de los pocos reinados cruciales en la Historia de cualquier nación. Podría, incluso, afirmar que es el más importante de nuestra Historia, más que el de Felipe II, por ejemplo”
“De este pecado nunca seréis perdonado, pues callando dejáis
encendido todo este reino en grandes males” ². Estas palabras se dirigen
a Enrique IV en el lecho de su muerte y hacen alusión a la legitimidad de su
hija Juana, espetando al monarca a aclarar dicha cuestión antes de morir.
Enrique IV moriría guardando silencio y dejando la sucesión sumida en el caos
al que acostumbró su reino y que caracterizó su vida y familia.
Si Juana fue hija legítima de Enrique o si, por el contrario, su
mote ‘la Beltraneja’ era lo que realmente correspondía a la realidad, no lo
sabemos. Lo que sí sabemos es que Juana no fue reina y sí su tía Isabel. Pero,
¿Cómo la hermana del difunto monarca se hizo con el trono si era la cuarta en
la línea sucesoria?
En 1454 Enrique hereda el trono de su padre, Juan II, tras su
muerte. El testamento del progenitor recoge un posible escenario que contempla
la descendencia del futuro monarca, Enrique. De no tener hijos o hijas, el
trono lo heredaría en primer lugar su hermano Alfonso y, en segundo, su hermana
Isabel.
Sin embargo, Enrique IV se casa en segundas nupcias con Juana de
Portugal, que en 1462 dará a luz a la polémica Juana. De este modo, Enrique
tiene descendencia y la línea sucesoria tras él queda así determinada:
- Los descendientes legítimos del monarca en caso de tenerlos:
Juana
- Alfonso, hermano de Enrique e Isabel, dos años menor que la
última, aunque delante de ella en línea sucesoria por ser varón
- Los herederos de Alfonso en caso de tenerlos
- Isabel
Isabel pudo llegar al trono viéndose favorecida por la
inestabilidad del reinado de su hermano Enrique, las conjuras en torno a éste y
los fuertes apoyos con los que contaría la todavía infanta. La última batalla
antes de hacerse reina la disputaría con su sobrina Juana, pero antes, la
sucesión al trono había sido motivo de conflicto desde su inicio.
Alfonso era otro candidato al trono. Tras la afrenta de Ávila en
1465 el infante queda proclamado rey de Castilla. Estalla la guerra. Durante la
misma, los infantes, Alfonso e Isabel, permanecen en Ávila. Entonces, el varón
muere yéndose a dormir una noche y no despertando a la mañana siguiente. De
este modo, se restablece el trono de su hermano mayor, Enrique IV, que se
resiste a dejar el trono.
Sin embargo, la muerte de Alfonso elimina dos líneas sucesorias
–la suya propia y la de los herederos que no tuvo- atajando el camino a Isabel.
La única vía que se antepone a la de Isabel es la de su sobrina Juana, primera
en la línea sucesoria. Dentro de la Corte del Rey se fraguan los grupos que se
posicionarán con una u otra para la sucesión. Desde luego, la escasa autoridad
de Enrique deja espacio a al fortalecimiento de ambos bandos y sus movimientos
en función de sus intereses.
Tras la muerte de Alfonso, los partidarios de Isabel consiguen
que Enrique declare hija ilegítima a Juana y que reconozca a Isabel como la
legítima heredera al trono. “Aunque se ha debatido largo y tendido sobre este
reconocimiento de ilegitimidad de doña Juana, creo que no hay duda de que el
rey Enrique quita conscientemente la Corona a su hija por miedo a esa
aristocracia que apoya, clara y abiertamente, a su hermana Isabel” ³. Sea
ilegítima o no, Juana queda excluida de la línea sucesoria e Isabel ocupa la
primera posición.
Por su lado, Isabel preparaba su matrimonio. Ésta, oponiéndose
al Rey, se casa con Fernando de Aragón. Castilla y Aragón quedan unidos. Juana
también negocia su matrimonio pensando en aspirar al trono. Mientras, la
degeneración de Enrique se había vuelto irreversible hasta su muerte en 1474.
Tras la muerte de su hermano, Isabel se autoproclama reina en
Segovia. Sin embargo, Juana –que sigue aspirando a la sucesión- acusará a
Isabel de haber envenenado a su padre y empieza así la guerra de sucesión:
hermana o hija. La guerra terminaría el 4 de septiembre de 1479 con la firma
del tratado de Alcaçobas, por el que se reconocía a Isabel como reina de
Castilla.
Comienza el reinado de los Reyes Católicos y un nuevo periodo
drásticamente diferente al anterior -queda atrás la vulnerabilidad del trono
protagonizada por el anterior rey- y se inicia un fortalecimiento del poder de
la Corona, la de Castilla, en manos de Isabel.
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