En la época moderna, la
imagen de la mujer se encuentra determinada por su relación con la maldad, la
pasividad y la sumisión. El hombre tendrá un papel privilegiado en la sociedad,
mientras que las mujeres serán relegadas a un segundo plano, tanto en el pensamiento
de las personas como en el oficio que deben desempeñar. Esta concepción viene
dada desde siglos atrás, mediante un discurso misógino y unos tópicos que
llevan a asumir que en las mujeres existe un elemento de maldad.
Las mujeres van a estar sometidas a un estricto control debido a
que sus maridos, en el caso de aquellas que tienen la suerte de contraer
matrimonio, querrán mantener su honor y que este no quede perjudicado por la
honra y la fama de su mujer. Esto justifica las teorías de encerramiento y
recogimiento. Desde su infancia, a la mujer se preparará durante su etapa de
formación para aprender aquello que la sociedad espera de ella, de manera que
se legitima su situación de inferioridad. Es por esto muy importante la
educación que se le da a las doncellas, a las mujeres: deben ser educadas en
las labores domésticas, fundamentos del catequismo y lectura, para que puedan
leer libros de devoción.
La casada
El matrimonio es esencial, es una situación legal de sometimiento
de la mujer al marido. La mujer pasa de la tutela del padre o del hermano o la
tutela del marido. El matrimonio es una herramienta para perpetuar no solo el
sistema de relaciones entre hombres y mujeres, sino también el sistema
estamental.
El matrimonio permitía que la mujer tuviese un papel respetado en
la sociedad. Algunos pensadores, humanistas y teólogos de la época consideraban
que en este enlace, la relación de la mujer respecto al hombre sería de
obediencia y sumisión. Muchos coincidían en que, de esta manera se conseguiría
una armonía y un buen ambiente familiar. Así, la mujer que ya estaba apartada
de la sociedad por su propia condición, al casarse consigue una posición
más favorable pero, de igual modo queda relegada a un segundo plano. Sin embargo,
el respeto permite diferenciar a la mujer de la esclava ya que se le concede
dignidad humana y “libertad”. El teólogo fray Vicente de Mexía, hablaba en su
obra de esta diferencia remarcando el hecho de que la mujer no obedecería al
marido porque así se le ordene sino por el amor que les ha unido. Podríamos
decir, que la mujer renuncia a la libertad por voluntad propia, para agradar a
su esposo. Este pensamiento está sustentado por las teorías cristianas, en una
sociedad donde la religión tenía un poder importante.
La condición de casada para la mujer no sólo supondrá una
subordinación, sino también un oficio. Las mujeres se ocuparán de las labores
domésticas permitiendo así, que los hombres puedan ausentarse para cumplir con
sus oficios, como el de soldado o mercader. Este hecho une a un grupo muy
heterogéneo de mujeres, porque independientemente de su posición social, todas
estaban relacionadas en mayor o menor medida al ámbito doméstico.
Existe sin embargo, una clara diferenciación entre el campesinado
y la urbe. De tal forma, que la situación dependiendo de la zona era muy
distinta. Además, aunque la base de la economía era fundamentalmente agraria,
es cierto que a partir del siglo XVII se empieza a dar una incipiente
manufactura que permitirá que en las ciudades no hiciese falta que en los
hogares trabajasen para el autoconsumo. Por otro lado, en los hogares de la
realeza, los sirvientes se encargaban de las tareas, e incluso de la educación
de los hijos. La clase media también podía acudir al mercado y evitar la
producción de los alimentos. En el siglo XVII las tareas domésticas para estas
clases no suponían una gran dedicación, lo que provocó que las mujeres
mostrasen una tendencia a la ociosidad. Esto fue interpretado como un comienzo
de la desestructura familiar, ya que la mujer debía mantenerse ocupada con sus
tareas domésticas. Por tanto, las mujeres de clases bajas debían ocuparse por
entero de labores como la limpieza, el cuidado de los hijos, de la comida, etc.
mientras que aquellas pertenecientes a la clase alta o media alta, aunque eran
responsables de la ejecución del trabajo doméstico, no tenían porque hacerlo
ellas mismas si contaban a su disposición con criados.
La viuda
El estado de viudez estaba mal visto en la sociedad de la época.
Suponía una situación irregular, ya que la mujer dejaba de estar sometida al
hombre. Por ello, muchos moralistas de los siglos XVI y XVII determinaban cómo
debían actuar las mujeres que quedaban viudas.
Desde el punto de vista económica, dependían de su marido por lo
que, una vez fallecido éste, su situación era complicada. Las mujeres tenían
dificultades para incorporarse en actividades productivas, reservadas para los
hombres. Por lo tanto, el hecho de que adquiriesen algún patrimonio permitía
una situación más favorable. Había una mirada muy atenta hacia ellas, porque
podían cambiar el papel que las mujeres habían mantenido hasta ese momento. Por
tanto, los moralistas hablaban de mujeres que tenían que mantenerse en sus
hogares, ser recatadas, discretas, vestir humildemente y dedicarse a la
religiosidad y la oración. Incluso aquellas que tuviesen patrimonio y riquezas,
tenían que ocuparse de tareas del hogar para mantenerse entretenidas y evitar
así la ociosidad.
Las opciones que tenían tras quedarse viudas eran pocas si querían
seguir siendo respetadas por la sociedad. Entre estas opciones, estaba volver a
casarse o meterse a monja. De otra manera, estas mujeres acabarían en la
prostitución, sirviendo en hogares o recurriendo a la beneficencia
eclesiástica. Aunque el segundo matrimonio podía estar mal visto, era una de
las pocas opciones que les permitían seguir siendo mujeres “decentes”, siendo
por tanto la más preferible.
Entre
las clases medias urbanas se dio un tipo de mujer que, fallecido el marido, se
hacía cargo de la dirección de sus negocios y de la jefatura de la familia.
Tenía que tomar el papel de padre y de madre al mismo tiempo. Esta mujer
también estaba bajo la atenta mirada de los moralistas porque podía
desestabilizar el orden social establecido y tenía siempre dificultades en el
camino para intentar tener un papel activo en la economía externa.